lunes, 22 de agosto de 2011

La eterna juventud de César (y II)


En la temporada 2008-2009, el Valencia tenía problemas en la portería. Cañizares, que había sido apartado por el club el año anterior, había dejado su lugar al alemán Timo Hildebrand. Pero el germano no había cumplido con las expectativas en su primer curso, que tan sólo pudo limpiar con dos actuaciones prodigiosas ante el Barcelona, en las semifinales de la Copa del Rey, y ante el Real Madrid, en Liga. Así pues, había muchas dudas en su continuidad. Partió como titular, pero la confianza en él acabó muy pronto. Su debacle llegó en los dos primeros partidos. En la Supercopa ante el Real Madrid, en la que encajó seis goles en dos partidos, en los que en varios parecía que un portero de alto nivel debería haber hecho algo más.

A punto de empezar la Liga se incorporó el brasileño Renan, titular con Brasil en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008. Pero el carioca se mostró irregular en el primer tramo de la temporada. Cuando más empezaba a convencer a la afición valencianista, se lesionó en San Mamés, en un partido ante el Athletic de Bilbao, el 18 de enero. Aquel día debutó en Liga Guaita, pero el canterano no ofrecía aún las garantías suficientes a Emery. Y entre toda esta serie de carambolas, le llegó la nueva oportunidad a César Sánchez, a sus 37 años, que le transportaría a lo que podríamos describir como su “nueva juventud”.

Tan sólo dos días después de la lesión de Renan, que podía revestir cierta gravedad, el Valencia contrataba a César por lo que quedaba de temporada. Un guardameta veterano, que diera confianza, sin apenas coste. Era lo que buscaba la dirección che. Pero la afición no lo aceptó con entusiasmo. Era un exjugador del Real Madrid, club al que no se le tiene demasiado cariño en la grada valencianista. Y, además, el carácter de César, díscolo con el rival, con muchos aspavientos, solía provocar las iras de las aficiones rivales, y la de Mestalla no era una excepción.

Apenas llevaba unos días en la ciudad del Turia, y César tuvo que debutar en un dificilísimo partido de Copa del Rey, ante el Sevilla en el Sánchez Pizjuán, con el pase a las semifinales del torneo en juego. El Valencia perdió en el tiempo añadido con un gol de Squillaci, pero César tuvo una buena actuación. Y no fue la única, poco después una magnífica mano permitió a su equipo salvar dos puntos ante el Almería, y aún cosechó otras grandes intervenciones que le sirvieron para ganarse a pulso la renovación.

En la siguiente temporada ya desbordó todas las previsiones. Partió como suplente del recién fichado Moyà, pero pronto le arrebató el puesto. Realizó actuaciones espectaculares y sonadas como en Tenerife o en la Europa League ante el Werder Bremen, donde pese a encajar cuatro goles el Valencia logró el pase a la siguiente ronda. En tan sólo un año había logrado que la exigente afición de Mestalla pasara de tener dudas sobre él a llegar a cantar “César selección”.

Y todo ello lo logró con el trabajo y reinventándose a sí mismo. Pese a su edad, sus reflejos y su agilidad no se habían visto mermados, y en los mano a mano se mostraba inconmensurable. Una de sus cualidades que más brilló fue el achique de espacios en ese uno contra uno, en el que dejaba a los delanteros rivales casi sin hueco por donde meter el balón en la portería. Además, mejoró su juego aéreo, uno de sus talones de Aquiles, gracias a su gran experiencia.

Desgraciadamente, en la tercera temporada en Mestalla, las lesiones no le respetaron, y la irrupción de un magnífico Guaita, además del fichaje del brasileño Diego Alves, le han dejado sin sitio en el club de Mestalla. Pero el gran nivel demostrado en los últimos años le han servido para que otro equipo de Liga de Campeones (está en la eliminatoria previa), el Villarreal, se fije en él. A 65 kilómetros de Valencia, también a orillas del Mediterráneo, César tiene la oportunidad de mantener viva la que parece ser su “eterna juventud futbolística”, con casi 40 años.

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