sábado, 16 de julio de 2011

La desgracia de Barbosa

Hace hoy 61 años se produjo el famoso “Maracanazo” del Mundial de Brasil de 1950. En aquella ocasión, el título no se decidía en una final, sino en una liguilla entre cuatro equipos, pero el último partido, en aquel 16 de julio, entre Brasil y Uruguay, era el definitivo que dictaba sentencia. Con un país entero volcado a sus espaldas, con casi 200.000 personas en el estadio de Maracaná, con un favoritismo absoluto por las goleadas con las que llegaba a aquel encuentro, Brasil no podía dejar escapar un torneo que ganaría con sólo un empate. Pero una jugada fatal le arrebató el título en favor de Uruguay… y dejaría marcado para siempre a su portero, Moacir Barbosa.

Corría el minuto 83, el marcador era de empate a uno. El uruguayo Ghiggia se había zafado de su defensor y se adentraba en el área por la banda derecha. Barbosa intuyó que iba a centrar, tal y como había hecho en el gol del empate, y dio un paso a su derecha para interceptar el pase. Pero Ghiggia lanzó a gol, por el primer palo, y pese a la reacción de Barbosa, que llegó a tocar el esférico, éste acabó en el fondo de las mallas. Maracaná quedó en silencio. La tragedia se consumaba y Brasil, que había goleado 4-0 a México, 2-0 a Yugoslavia, 7-1 a Suecia y 6-1 a España, y tan sólo había cedido un empate con Suiza (2-2), perdía en casa su Mundial. Tal fue la magnitud del drama para la sociedad brasileña que se llegaron a contabilizar numerosos suicidios de aficionados cariocas. Y todos los dedos apuntaron a un culpable: el portero Barbosa.





Sin embargo, hasta el momento, las crónicas señalaban a Barbosa como un gran cancerbero. De hecho, fue nombrado, pese a aquella jugada, el mejor portero del torneo. Además, su dilatada carrera guarda otras peculiaridades, como que fue el primer guardameta negro de la selección brasileña o que fue el primero en sacar con el pie de portería. Además, en su palmarés aparecen cinco torneos Estaduales (campeonatos del país) y un Campeonato Sudamericano de Campeones (antecedente de la Copa Libertadores). Pero, pese a su magnífica trayectoria, nunca le perdonaron aquel mal trance.


Ya habían pasado 44 años de aquel partido, en 1994, y Barbosa se disponía a visitar a la concentración carioca previa al Mundial de Estados Unidos. Pero le prohibieron la entrada con estas palabras: “Llévense lejos a este hombre, que sólo trae mala suerte”. A Barbosa no le quedó otra opción que resignarse: “La pena más alta en mi país por cometer un crimen es de 30 años. Yo llevo 45 pagando por un delito que no cometí”, recordó.

El 8 de abril de 2000 falleció a los 79 años de edad, sumido en la pobreza después de pasar los últimos años de su vida cuidando del césped del estadio donde vivió uno de sus momentos más amargos, Maracaná.

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